En el Salón del Automóvil de Detroit de 1989, Chrysler causó un gran impacto al presentar un concept car, el Viper, una especie de reinterpretación de los muscle cars americanos y, especialmente, del legendario Cobra de Carroll Shelby. La moda es tan grande, el coche parece tan loco que los no menos locos directivos de Chrysler deciden producirlo en masa.
El milagro se produjo en enero de 1992 en Estados Unidos y el Viper RT/10 llegó a Europa poco después tras unas cuantas modificaciones, entre ellas la eliminación del escape lateral. También se han revisado muchas características para cumplir las normas europeas.
El Viper mantuvo los rasgos esenciales, es decir, el aspecto del prototipo y esa cara inimitable con su capó inusualmente largo. Eso es lo que se necesita para albergar un V10 de 8 litros (7990 cc para ser exactos), que transmite todo su par y 394 caballos a las ruedas traseras. Para pegarse un poco al pavimento, las ruedas son de 275 de ancho delante y 335 detrás, en unas respetables llantas de 17 pulgadas.
No hace falta decir que la máquina es difícil de conducir. En mojado, no hablamos de ello… Hay que gestionar un coche de 1590 kilos cuya parte trasera a menudo quiere pasar por delante del capó. Incluso en línea recta, es mejor llevar el corazón en la manga, ya que el Viper está diseñado para alcanzar 266 km/h. El kilómetro desde la salida en parado se hace en algo menos de veinticuatro segundos.
Al principio sólo estaba disponible en rojo, pero más tarde se vistió de negro (en Crestanevada Sevilla preferimos el rojo). La carrera del monstruo no fue en absoluto efímera, ya que en 1996 llegó el coupé GTS, famoso por su pintura azul metálica y sus rayas blancas. Le seguirán otras dos generaciones, más sabias en cuanto a estilo, pero todavía demoníacas en cuanto a mecánica.